Aquella canción decía tu nombre
No era tu nombre
formado con letras,
sino otro,
el nombre que
se huele, que se siente y paladea;
capaz de entrar
en el alma
si del sueño una
ventana
dejo abierta.
Y el espíritu
completo
con sus
compuertas alzadas,
deja pasar el torrente
de un arroyo cantador
que convoca
tu nombre que
huele a barro,
que sabe a hierba
y escuece a
lumbre.
Tu nombre
esculpido en hielo.
Tu nombre
transparente y
colorido,
tu nombre
temperatura,
música, gusto y
aroma
flotando a la
mitad de un sueño.
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